Obsesionarse con ser productivo es un problema que afecta la salud y el bienestar. Si sientes que te exiges de manera permanente para cumplir con todo, sobresalir y siempre tener resultados tangibles de tu actividad, puedes estar sufriendo de productividad tóxica.
Lo anterior es solo una parte del diagnóstico. Si además, has dejado de disfrutar de tu tiempo libre y aficiones, si te sientes culpable por tener pendientes en el trabajo y tu autoestima depende de cuántas tareas tachaste de tu lista, no hay duda de que debes prestar atención al asunto.
Si te sientes identificado con la situación, no estás solo. Este se ha convertido en el estado mental de muchas personas que asocian la productividad con el éxito, y desdibujan los límites de su bienestar emocional y su desarrollo profesional.
¿Qué es la productividad tóxica?
El concepto de la productividad se ha convertido en uno de los principales enemigos de la salud mental. La idea de que productividad es hacer muchas cosas en poco tiempo, y ejecutar múltiples tareas a la vez está lejos de ser cierta. Lo preocupante es que, por lo general, esto tiene como efecto llevar a las personas a un estado de desmotivación y agotamiento difícil de superar. Pues, a la larga, las listas de pendientes nunca acaban. ¿Cierto?
Esto llevado al extremo de querer ser productivo en todo momento y en cada arista de la vida, se torna en la productividad tóxica. La necesidad de hacer siempre algo útil, les impide a las personas desconectarse y parar. Las hace evitar las actividades cotidianas o de ocio, no destinar tiempo para recuperarse del cansancio o cuidar de su alimentación y otros aspectos de su vida.
En suma, cuando se padece de productividad tóxica, se vive bajo la premisa de que todo lo que haces debe ser útil, medible y apuntar a una meta más grande; de lo contrario, pierde valor. Así, desaparece el tiempo libre como un momento de disfrute y se torna en algo agobiante, regido por la sensación de estar “perdiendo el tiempo”. Además, se sufren malestares corporales, problemas en el relacionamiento con otras personas y baja autoestima por una sensación de incapacidad o ineficiencia.
En definitiva, es priorizar lo que se cree que se “tiene que hacer” sobre el bienestar personal. Así, nada sale bien.
Conductas de la productividad tóxica
Cada persona, empresa y trabajo maneja diferente niveles de lo que corresponde a una productividad saludable y una tóxica. Sin embargo, hay conductas que pueden considerarse señales de alerta en todos los casos, ya que a mediano o largo plazo comienzan a tener consecuencias adversas. Tal es el caso de las siguientes situaciones:
- Trabajar más horas de las debidas. Esta es una conducta frecuente en el trabajo remoto. Es natural que haya excepciones y a veces tengas que dar un poco más de dedicación, pero esa no puede ser la regla.
- Sentirse insatisfecho y culpable con los resultados al final del día. No importa qué tanto se ha trabajado, siempre se cree que faltaron cosas por hacer o que podían haberse hecho mejor.
- Posponer el cuidado personal. La persona misma es lo último en su lista de pendientes y nunca es prioridad atender sus necesidades individuales (citas médicas, alimentación, relaciones, entre otros).
- Sentirse ansioso de forma permanente. La mente nunca descansa, porque todo el tiempo trae acolación los pendientes laborales. Además, se culpa y angustia por no estar haciendo más en todo momento.
- Estar agotado en extremo. El cansancio es normal y no es un sentimiento asociado de manera exclusiva al trabajo. Mas, cuando todo lo anterior desemboca en un cansancio extremo evidenciado en problemas de salud, estrés excesivo, y otros signos parecidos, se trata de una situación de cuidado.
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Consejos para evitar la productividad tóxica
A muchas personas les cuesta reconocer a tiempo esta postura tan tóxica frente a la productividad. La competencia, la presión laboral y el ritmo frenético del mundo actual ha consolidado el imaginario de que trabajar con esmero y dedicación excesiva es positivo para el desarrollo profesional. En consecuencia, descansar se percibe como negativo.
Es claro que estas ideas atentan contra tu bienestar. De modo que si tienes la suerte de identificar este estado emocional y hábito negativo en tu vida, te invitamos a trabajar en ello. Es la oportunidad de retomar el control y recuperar tu salud mental y física.
Estos consejos te van a ayudar en ese proceso, sobre todo si tu trabajo es remoto:
1. Respeta los límites horarios entre la vida privada y el trabajo
Incluso si eres una persona soltera, sin responsabilidades más allá de tu trabajo, necesitas dedicar tiempo a tu vida privada y a tu descanso. No dejes que el trabajo se robe todo tu tiempo libre. Para eso, pon un límite al horario laboral y respétalo.
Cada hora extra que dedicas al trabajo, es una hora menos para dormir, leer, caminar, comer, salir con amigos, compartir con familia, y más. ¿Vale la pena todo lo que pierdes? ¿Hay una compensación que te de el mismo bienestar que te darían esas otras actividades? Las respuestas te ayudarán a marcar los límites que necesitas.
Tres pautas claves para establecer los límites son las siguientes:
- Define una hora de inicio y fin de tu jornada laboral.
- Evita pensar o hacer actividades relacionadas con el trabajo en los momentos de desconexión, como responder correos electrónicos.
- Relájate frente a los tiempos de respuesta. Por supuesto que habrá asuntos urgentes que no dan espera, pero seguro hay otros que te permiten un poco más de flexibilidad.
Estas tres simples acciones pueden generar un efecto en cadena en tu organización. Si lo comunicas y respetas tanto tus horarios como los de tus colegas y colaboradores, habrá una cultura positiva frente al respeto del tiempo libre.
2. Controla las expectativas de lo que puedes hacer en una jornada
Las falsas expectativas sobre tus metas diarias son la puerta de entrada para la productividad tóxica. Por eso, plantear metas realistas te permite trabajar a tu ritmo y culminar la jornada con sentimiento de logro. De lo contrario, deberás hacer un esfuerzo extra, trabajar más horas y, sin embargo, terminarás con la culpa de no haber cumplido.
¿Cómo definir metas realistas? Lo primero es que seas objetivo y razonable frente a lo que puedes realizar en determinado rango de tiempo y con base en tus capacidades y conocimiento, los recursos disponibles y otros compromisos previos.
Para mayor claridad, un ejemplo: te piden entregar un diseño para la revista impresa de un cliente en tres días. Antes de decir que sí, debes revisar lo siguiente:
- ¿Cuáles tareas tienes en desarrollo? ¿Podrás dedicar tiempo a esta nueva tarea?
- ¿Conoces los pormenores del diseño? ¿Sabes de diseño editorial? ¿Conoces al cliente, el tema de la publicación, el contexto u otros detalles que puedan influir en tu trabajo?
- ¿Tienes los insumos para la creación del diseño o dependes de un tercero para conseguirlos?
Si encuentras inconvenientes en estas respuestas, es mejor pedir un plazo más amplio o posponer otras tareas, e incluso decir que no. Controla las expectativas propias y las de tus superiores y colegas. Si todos saben cuánto puedes avanzar en determinada tarea en un día o la fecha de entrega de un proyecto, no tendrás motivo para sentir presión. La clave está en comunicar la situación de manera oportuna, para evitar inconvenientes.
Además, te será útil establecer SMART: específicos, medibles, alcanzables, realistas y de duración limitada. Esta metodología sirve para hacer seguimiento de tus actividades, y validar lo que en efecto puedes lograr a lo largo de la jornada laboral.
3. Incluye tiempo libre en tu agenda
El día tiene solo 24 horas y no todas son para trabajar. Organiza tu agenda de manera que puedas optimizar tu tiempo y visualizar tus actividades, prioridades y demás.
Es probable que en tu agenda figuren tus asuntos laborales como prioridad. Eso es una decisión personal. Sin embargo, es fundamental que incorpores tiempo libre y de descanso en tu calendario, incluso como algo secundario y limitado.
No se trata de cumplir una norma rígida de trabajar 8 horas días, dormir 6, usar 4 para la vida social, 2 para las comidas, 1 para hacer ejercicio y otra para leer. Se trata de que distribuyas tu tiempo de manera equilibrada en todas las áreas de tu vida.
Existen varias formas de poner pausa al trabajo y no todas son al final de la jornada. La más recomendada es hacer pequeñas pausas durante el día. Despegarte de la pantalla, estirar el cuerpo, comer una merienda, caminar o meditar por 10 minutos son pausas que reactivan tu disposición para continuar con el trabajo.
De igual forma, en tu agenda debe haber espacio para tu hora de almuerzo, citas médicas o diligencias personales. También, si te es posible, incorpora a tu rutina pausas más prolongadas para tomar medio día de descanso una vez al mes, por ejemplo.
Si sientes que es algo difícil de lograr, este dato te ayudará: descansar aumenta la productividad. Inténtalo y notarás que luego de un periodo de desconexión del trabajo, retomarás tus obligaciones con una actitud más enfocada, eficiente y creativa.
4. Identifica los motivos de tu productividad tóxica
La obsesión con el trabajo y la productividad puede ser reflejo de carencias en otros aspectos de la vida. También puede ser refugio o consecuencia de sentimientos que no se han gestionado bien.
El miedo al fracaso, la soledad, la baja autoestima o el sentimiento de culpa son algunas de las emociones que conducen a la productividad tóxica. Si es tu caso, encuentra una forma más saludable de gestionarlas que sumirte en el trabajo.
¿Qué te hace trabajar tanto? ¿Te lo has preguntado? Ignorar las causas de tu obsesión puede costarle caro a tu bienestar. Recuerda que los problemas no desaparecen por ocultarlos. Confróntalos.
5. Deja de compararte y competir
Uno de los motivos por los cuales el mundo laboral es complejo radica en la competencia. Para nadie es sorpresa que en muchos casos, existe una competencia silenciosa entre los mismos miembros de un equipo, entre áreas de trabajo o entre colaboradores y supervisores.
La competencia puede favorecer en el sentido de que todo el mundo está dispuesto a dar lo mejor para sobresalir. Sin embargo, ese propósito se puede desbordar y llevar a un sentimiento de inseguridad y ansiedad.
Así, todo concluye en una necesidad de no parar de producir, para no dar cabida a que otros sobresalgan. Es decir, se abre la puerta a la productividad tóxica.
Para de compararte. Encuentra los retos en ti, supérate tú mismo. Eso es lo que importa. Realiza tu trabajo con agrado, por tu propio proceso de aprendizaje, por tu desarrollo individual y por los aportes que puedas hacer para la compañía. No, por los que hagan o dejen de hacer los demás.
Tu valor no está en la cantidad de cosas que hagas
Tomar una pausa, disfrutar las cosas simples como “no hacer nada”, tomar un café mientras miras la gente en la calle por la ventana o celebrar las pequeñas victorias, en lugar de solo esperar el momento del gran final, son situaciones que dan vida y dan paz. Sabemos que parar es raro en medio de este mundo tan errático y competitivo. Pero recuerda que no eres una máquina y mereces tiempo para ti. Es necesario para tu bienestar.
Llevar una vida saludable, tranquila y con motivación es parte del éxito. Una persona que se rige por la productividad tóxica, suele ser malhumorada, tener dolores de espalda o cabeza, no tiene una red de apoyo sólida, su vida social es muy limitada, y maneja altos niveles de ansiedad, estrés y baja autoestima. ¿Es así como quieres vivir?
Es cierto que ser productivo es parte de tener un buen desempeño laboral, pero hay que tener un equilibrio. Por eso, disfrutar de tu trabajo es fundamental. Tu bienestar importa tanto como tu trabajo.
Tú vales por lo que eres y no solo por lo que haces. Entonces rompe el mal hábito de la productividad tóxica. No hablamos de ser irresponsable o dejar de dar el 100 % de ti en el trabajo. Solo te invitamos a parar, cuando sea momento de hacerlo. Es la forma de cuidarte y valorarte.
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