Hoy en día es muy popular el término “manifestación” cuando se trata de pensar en cosas que nos gustaría que sucedieran. Por ejemplo, manifestar al inicio del año prosperidad económica, una buena pareja, o que ese negocio que tanto quieres sacar, finalmente vea la luz. La manifestación es un concepto algo abstracto, pero que está basado en algo psicológicamente comprobado: el efecto Pigmalión.
Cuando hablamos de efecto Pigmalión, nos estamos refiriendo una profecía autocumplida, sea positiva o negativa. Si quieres saber más de qué se trata este fenómeno y cómo puede ayudarte a ser más productivo laboral y personalmente, te sugerimos seguir leyendo esta nota.
¿Qué es el efecto Pigmalión?
Seguramente alguna vez te ha pasado que has dicho: me va a suceder esto, y efectivamente termina sucediendo. Te adelantamos que quizás no fue una coincidencia y definitivamente no fue el universo mandándote una señal divida. A este fenómeno los psicólogos lo conocen como efecto Pigmalión, y se trata de condicionar a la mente a un panorama de tal forma que se termina cumpliendo.
En 1966, los investigadores Roshental y Jacobson quisieron comprobar si la inteligencia de los alumnos estaba asociada a las expectativas de los profesores. Los profesores eligieron niños al azar y les dijeron que creían que eran “especiales”. De toda la clase, fueron estos niños, quienes científicamente no eran genios ni tenían un coeficiente intelectual superior, los que culminaron el curso con mejores notas y mejor rendimiento.
De eso se trata el efecto Pigmalión: creer una cosa con tanta fuerza que termina haciéndose realidad. No por misticismo, sino porque psicológicamente te esfuerzas por cumplir con esa expectativa, lo que aumenta las posibilidades de lograrlo.
¿Por qué se llama así?
De hecho, el efecto Pigmalión toma su nombre de un mito griego. Según esta mitología, Pigmalión era un famoso escultor que terminó enamorándose de una de sus obras, a la que llamó Galatea. Afrodita, la diosa del amor, vio enternecida el deseo del arista y le otorgó vida a la escultura, de tal forma que Galatea se convirtió en una mujer real. De esta forma, la expectativa de Pigmalión se convirtió en una realidad.
Por ello, cuando las expectativas se cumplen (como los alumnos que rindieron mejor), toma el nombre de efecto Galatea.
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¿Cómo funciona?
El efecto Pigmalión se da tras un proceso cíclico. Para ello, hay que entender que nuestro accionar (y por ende nuestros logros, percepciones y capacidades) se ven influidos por las expectativas que nos rodean. Con frecuencia, estas son de personas que consideramos importantes para nosotros o a quienes queremos impresionar para sentirnos validados. Así, el ciclo empieza con:
- Tenemos la necesidad de validación por parte de algunas personas.
- Ellas tienen sus expectativas sobre nosotros: pueden ser positivas o negativas.
- Estas creencias impactan sobre la visión que tenemos sobre nosotros mismos.
- A su vez, esto influye sobre nuestra conducta y trato hacia los demás.
- Nuestras acciones y creencias influyen sobre otros, y se devuelve al inicio del ciclo para otra persona.
Así, las expectativas altas pueden desembocar en escenarios positivos para los individuos: refuerzo de su autoestima, más motivación, mejora en la calidad de su trabajo, más relaciones sanas con los demás, etc.
¿Cómo se aplica el efecto Pigmalión en el campo laboral?
Este fenómeno puede resultar muy efectivo para los gerentes y jefes de equipo en el ámbito laboral. Sirve, sobre todo, para aumentar la productividad y satisfacción de los colaboradores, así como favorecer el desarrollo de habilidades. Para ello, es necesario resaltar de manera positiva el trabajo de los empleados.
Según la premisa del efecto Pigmalión, si un empleado recibe con frecuencia aceptación y reconocimiento por su trabajo, aumentarán las posibilidades de que su productividad mejore. Así también, es muy posible que la calidad de su trabajo incremente. Todo tiene que ver con las expectativas de la figura de autoridad.
Otro ejemplo es que si en un momento de crisis, el líder del equipo se muestra positivo y les indica a sus colaboradores que todos son importantes para resolver el problema, ellos se esforzarán con más intensidad en cumplir dichas expectativas. De esta forma, pueden surgir nuevas y novedosas ideas para salir de la crisis.
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¿Existe el efecto Pigmalión negativo?
Ya hemos establecido que el efecto Pigmalión se fundamenta en el condicionamiento psicológico por cumplir una expectativa. Sin embargo, la gente no siempre tiene expectativas positivas y es ahí cuando surge el efecto Pigmalión negativo. Recordemos que la imagen que tenemos sobre nosotros mismos está, en parte, influida por quienes nos rodean.
De esta manera, si el jefe le dice al empleado que no sirve para nada, que su trabajo es pésimo y que lo va a despedir, su productividad sufrirá una recaída. No solo esto, sino que su motivación también se verá afectada al igual que la calidad de su trabajo. Después de todo, ¿para qué esforzarse si se cree que no se hará una buena labor o que será criticado?
El efecto Pigmalión no solo se da en el ámbito laboral
Cabe recalcar que el efecto Pigmalión, ya sea positivo o negativo, no solo se da en el ámbito laboral. En la escuela, cuando los maestros motivan y reconocen los logros de sus estudiantes, estos aumentan su rendimiento, tal y como se demostró en el experimento de 1966. En cambio, si los critican y tienen expectativas de que van a fallar los exámenes o que no vale la pena enseñarles, el rendimiento será muy bajo, al igual que su esfuerzo por mejorar.
Asimismo, este fenómeno se puede transpolar a las relaciones entre padres e hijos. Por ello en la actualidad se refuerza mucho la crianza positiva. Esto no quiere decir que no debas llamarle la atención a tus hijos, estudiantes o colaboradores cuando hacen algo mal, pero siempre es bueno pensar en cuál será el efecto de nuestras palabras sobre la vida de los demás.
Por ello es muy importante que tengamos claro que nuestras propias expectativas pueden influir sobre nosotros mismos y sobre los demás. Así, hay que encontrar una manera adecuada para canalizar lo que sentimos y no terminar por decirle a un empleado que no vale la pena tenerlo en la empresa, a un alumno que debería retirarse del año escolar, o a un hijo o familiar, que es una decepción o que no va a tener éxito en la vida.
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