Productividad es una palabra con una connotación positiva. Sin embargo, a la velocidad que avanza el mundo de hoy, con dinámicas tan activas y exigentes, el término ha comenzado a tener un matiz negativo. Con el deseo de alcanzar estándares poco realistas, para conseguir mayor productividad en nuestros trabajos, caemos en la trampa de la eficiencia laboral. ¿Sabes de qué te estamos hablando? Ya te vamos a explicar.
Ser productivo podría traducirse en realizar la mayor cantidad de tareas en un tiempo determinado y obtener resultados favorables con esta acción. Al respecto tenemos tres cosas para decirte: lo primero, el día tiene solo 24 horas. Saberlas administrar es un arte. Lo segundo, no quien más hace es necesariamente el más productivo. Por último, vivir en función de la productividad genera ansiedad, presión y, en muchos casos, nos aleja del sentimiento de satisfacción en general.
La trampa de la eficiencia laboral
Oliver Buckerman, autor del libro Cuatro mil semanas, ha estudiado esta conducta obsesiva con el tiempo y la productividad. El escritor ha encontrado que esa obsesión es en realidad una trampa, porque en este mundo vertiginoso, al final del día, siempre tendremos la sensación de haber podido hacer más. Por eso lo sensato y saludable, es comprender que el tiempo es un recurso limitado, que nuestras capacidades también lo son, y que lo más valioso de la vida y el trabajo es disfrutarlos.
La trampa de la eficiencia es, entonces, la falsa idea de que podemos abarcar todo lo deseado en el limitado tiempo que tenemos, y ser felices en el proceso. La realidad es que esa idea es fuente de estrés, y solo en pocos casos de felicidad. Además, es una conducta que se torna en un círculo vicioso, en el que entre más produces, más debes seguir haciendo.
La productividad no se trata de tener la agenda copada y no parar de trabajar un segundo durante la jornada. La productividad está en hacer pocas cosas, siempre que sean las cosas correctas. ¿Correctas? Sí, esas tareas que al final del día te acercan un poco más a tus objetivos y metas.
Por ejemplo, supongamos que tu sueño es tener tu propia panadería: hacer pan y perfeccionar tu receta será la tarea más importante, ¿verdad? Si pasas los días haciendo cuentas, limpiando la cocina, pidiendo cotizaciones, y otras actividades importantes pero distintas a hornear, estarás ocupado, mas no serás productivo. ¿Es claro?
Con esto no queremos decir que no te ocupes de esas otras labores. Lo que queremos es que reflexiones sobre cómo aprovechas las horas laborales de tu día, para distribuir en ellas tus tareas, dando prioridad a las que aportan a tu proyecto de vida, sin descuidar las que son complementarias. De esa manera, también estarás evitando caer en la trampa de la eficiencia.
¿Cómo escapar de la trampa de la eficiencia laboral?
En términos generales, la única forma de escapar de la trampa de la eficiencia laboral es reconociendo que tenemos tiempo y capacidades limitadas. Sin embargo, como estamos predispuestos a querer ir en contra de esa realidad, te daremos unas ideas prácticas para implementar en tu rutina que te ayudarán a lograrlo.
1. Definir y respetar objetivos
Cuando das un norte a tu trabajo y vida, es más fácil saber a qué dedicar tu tiempo y esfuerzo. Además de esa claridad, ganarás motivación. Esa será tu brújula para retomar el rumbo cuando la cantidad de trabajo o las exigencias de la rutina te desvíen. Lo cierto es que, al final, respetar esos objetivos que te has planteado te dará una satisfacción única.
2. Prioriza
Por en pausa las labores que no aportan a tu proyecto principal. Pon al final de la lista de tareas, las que son rutinarias, poco urgentes y no importantes. Concéntrate en las macrotareas. Cuando realizas las actividades de mayor importancia, tendrás tiempo para las demás, y la sensación del deber cumplido será mayor, incluso si algunas pequeñas tareas quedaron pendientes en tu jornada.
Procura no descuidar tareas urgentes ni pasar por alto fechas límite. También es importante llevar un registro que te mantenga actualizado sobre las labores pendientes, para no olvidarlas.
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3. No es necesario trabajar en varias tareas a la vez
No a todo el mundo se le facilita trabajar en modo multitarea. De hecho, es una dinámica agotadora que aumenta la probabilidad de dejar inconclusas las labores. Nuestra recomendación es avanzar tarea a tarea. Así, llevarás un orden de tus quehaceres, cerrarás actividades y te motivarás con las pequeñas victorias.
4. Parar y reformular
Ya hemos dicho que la dinámica del mundo actual nos hace caer en la trampa de la eficiencia y muchas veces ni nos damos cuenta. Pues bien, si tienes la suerte de percatarte que has caído en ella: ¡para y reformula! Las pausas son saludables, ayudan a despejar la mente y dan claridad. Revisa si todo lo que haces te satisface, merece la pena o aporta a tus objetivos.
Lo deseable sería decir, también, que te asegures que todo lo que haces te hace feliz. Sin embargo, en la realidad ese es un criterio muy subjetivo, y hay que aceptar que para conseguir la felicidad y el éxito, a veces, es preciso hacer esfuerzo y sacrificios. La clave es entender tus límites y no desviar tu rumbo ni principios.
Disfrutar lo que haces te salva de la trampa de la eficiencia laboral
Muy pocas personas conciben llevar una vida sin horarios ni planes. Para muchos, eso es sinónimo de caos e ineficiencia. Quizás lo sea, porque la costumbre nos ha llevado a vivir con esquemas que controlan el paso del tiempo. Sin embargo, de la misma manera, irse al otro extremo y vivir esclavo de un reloj y unas rutinas, puede ser extenuante y llevarte a no disfrutar tu vida misma.
Tomar medidas para no caer en esa trampa es una forma de autocuidado. No hablamos de ir de pelea con la productividad. Estamos de acuerdo en que es necesaria e importante, pero el equilibrio y la tranquilidad lo son mucho más.
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